Jueves, 1 de septiembre

Hoy llega uno de permiso. Es un machaca de Jesús, uno de los kies del módulo y mi jefe de office. Nada más traspasar la puerta, un grupo de compis lo rodean para darle la bienvenida. De inmediato se piran a patiear, formando un gran abanico humano. 

Pero esa aparente alegría no es otra cosa que puro interés. Todos saben de buena tinta que viene petado de todo lo habido y por haber. Supuestamente solo carga con producto subvencionado por Jesús, pero algún que otro compi y en privado, le soltó otros tantos cuartos para que le trajera sus dosis. 

Mientras caminan, no paran de preguntarle sobre los seis días que ha permanecido en libertad, sobre lo que hizo, pero en especial, sobre lo que ha traído. Les detalla los colocones de caballo y de farlopa que se colocó, los polvos que le sacaron las lumies a fuerza de mamadas y tríos, y la gasolinera de Aluche que se hizo a punta de navaja: 500 pavos de botín. Mazo, dicen algunos y se frotan las manos. Pero de lo que trae empetado, ni mú. No suelta prenda. Se le va la integridad física en ello. Jesús no se anda con chiquitas, y los demás compis inversores, tampoco. El kie se acerca para hablar con él. El resto sigue patieando como si nada, pero todos están al lorito de lo que ocurre entre ambos. 

Dudan si debe cagarlo todo en el tigre o durante la siesta en el chabolo. Al final, Jesús decide que se lo monte en la celda, ya que los funcionarios ante la llegada de varios de permiso, andan husmeando.

Después de comer y una vez suben todos a celdas, los compis vuelven a rodear al menda en cuestión, unos pidiendole favores, los otros dando las órdenes. Pero nadie se percata, que antes de subir, uno del grupo de patieo y haciéndose el remolón, pasa cerca de la pecera y suelta unas palabrillas a un gicho agachado tras el cristal. 

Llevamos media hora tumbados, cuando en el pasillo se oye la apertura de una puerta y las voces duras de varias personas. Edu y yo nos miramos, sin decir palabra, pero imaginando todo.