Jueves, 19 de abril

Llevo varias noches sin dormir, y al pobre Chaim, mi compi, lo tengo frito. Pero es un judío muy inteligente y vivido, y entiende. Hablo bastante con él, él escucha y yo largo, aunque de cuando en cuando se suelta con alguna historia que me deja pasmaó.

Me habla mucho de su experiencia en el kibutz, sus años en el ejército de Israel, y sobre todo y lo que más me pone, su última época en el Mossad, los Servicios de Inteligencia: de cómo secuestraron a un líder de Hezbolá y pactaron un acuerdo con los palestinos, de cómo colaboraron con el gobierno turco para detener a un cabecilla kurdo del PKK, de la manera fulminante que detuvieron en Uruguay a un antiguo criminal nazi y lo llevaron de tapado a Israel para juzgarlo por crímenes de guerra, y así, unas cuantas, tantos es así, que tengo la sensación de hallarme en el cine viendo una película de espionaje y acción por capítulos.

Bueno, a eso de la una llamo a casa para ver que ha pasado con lo de la fianza; ayer pensaba que me avisarían, pero nada ocurrió.

No localizo a Patricia, mi mujer. Llamo a mi madre y tampoco puedo hablar con ella; todas tienen el teléfono apagado. Le doy una hostia al aparato de teléfono y salgo al patio a caminar. Es hora de la comida, pero paso; tengo el estómago estragado y no acepta ni aire.

A las cuatro, cuando me llaman para salir al curso, digo que nones, que no me encuentro bien y que paso. Al funcionario no le mola ni esto, pero cuelga sin más; que le den. Ya no tengo nada que perder, me piro en cualquier momento, aunque se me va la olla ante la incertidumbre.

Al bajar de la siesta, me voy directamente al teléfono. Llamo a mi madre. Me comenta que mi abogado me ha puesto un telegrama. Que ya han pagado la fianza, pero que lo hicieron a última hora, que los tuvieron en el banco hasta las tantas, y que después… ya no sabe si el abogado alcanzó a presentarlo en el juzgado o no. Les comentó que me enviaría un telegrama confirmándolo, pero que si no es esta tarde, mañana por la mañana seguro que si. No sé si gritar o llorar.