Miércoles, 18 de abril

No soporto esperar. La espera desespera, y hasta el más pintaó se encuentra con los nervios a flor de piel; y eso, en estas casas, es sinónimo de movidas; alta tensión.

Hoy por poco la tengo con un ruina del módulo 10. Llego con el reparto de libros y le llamo por orden del funcionario de la biblioteca.

-¿Quién me necesita, cojones? –sale el tío farruco.

-¿Tú eres José Zapatero Jiménez? –le pregunto tranqui viendo el revoleras que se presenta.

-Ese es er menda, y tú qué quieres de mí, si yo no he escrito pá libros ni ná de ná.

-Pues mira, José, que debes dos libros que no has devuelto desde hace dos meses, y me ha dicho el funcionario de biblioteca, que los devuelves o te lo quitan del peculio y, además, te encaloman un parte. ¿Cómo lo ves?

No sé como verá él lo que le he soltado, pero lo que yo sí veo, es la manera en que se le hinchan las venas del cuello. Se me acerca, mirando como guarro herido y me escupe con mala folla.

-Ansina que el jincho de la biblio me va discontar los cuartos por los libracos de mierda esos, y pá más recochineu, me va a partiear, ¿eh, tolai? Pues le vas a disir a tu jefe que me va a comer el nabo, y que me cagu en su puta mare, y tú, ansina, te vas cagando leches de aquí, qui sino, te sobo el hosico y acabamus partiados en el chopano. 

Estoy líbido, aunque mantengo el tipo para que no me machaque. Y reacciono por pura supervivencia. Le respondo lo más aplomado que puedo.

-Mira, compi, que yo soy un mandado y estoy tan puteado como tú, así que a mi no me metas en este marrón. Yo le doy el recado al gicho, y él verá. Claro, que me saltaré los recuerdos que le envías a su santa madre, para que el parte no pase de leve a muy grave.

Él otro se me queda mirando, sin saber si darme dos hostias o un abrazo; al final, se pira cagándose en tó lo que se menea, incluido yo.