YO… CHE EL CHARCUTERO, MI EXPERIENCIA ( XXXVI )

-Así que cortamos durante horas al boludo en pedasos, los metimos en una gran bolsa de basura y llamamos un taxi. Era de noche. No queríamos que alguien viera el auto, de allí, el pedir un taxi. Lo llevamos a una sona cerca del campo y boté la bolsa con todos los pedasitos del man al río. Después le dijimos al taxista que nos llevará a una cabina telefónica y que nos esperara mientras llamábamos. Pero mientras le desiamos a la familia donde debían llevar el dinero, el taxista llamaba por radioteléfono a la polisía, extrañado de nuestro comportamiento. Y antes de entrar de nuevo en el taxi, ya nos había rodeado la bofia- sonreía mientras recordaba.

-Cuarenta años me dieron de condena y llevo ya dose y- la puerta se abrió y dos funcionarios entraron en el Economato. Me miraron de soslayo pero no dijeron nada, apenas pidieron dos cervezas sin alcohol y siguieron con su charla. Nosotros, en cambio, cruzamos una rápida mirada y Roberto comenzó a darles palique baboso. Con un gesto de la mano me despedí del petiso, abrí la puerta y con un, adiós, salí al corredor.

Mientras avanzaba hacia el Economato del 2, pensaba en la historia que me había comentado el desquiciado del argentino. Además de no valorar la vida humana en lo más mínimo, el tío tenía el encefalograma plano, y eso, saltaba a la vista. Otra cosa. A éste lo dominaba la mujer hasta en el más nimio de los detalles y estoy convencido que la urdidora de todo el complot fue ella y éste, simplemente, se dejó llevar, sazonando toda la operación con un toque exclusivo suyo: el de degollar al pobre joyero. Además de aniquilar una vida humana, se cargó su única opción de negocio.

Iba caminando y ladeando la cabeza tratando de comprender lo incomprensible, cuando me di de bruces con la puerta del Economato del módulo 2. Toqué. Pronto apareció la cabeza de Neyat, uno de los dos kurdos del centro. Apenas sonrió, para hacerse de lado y darme paso al Economato. No estaba solo y menuda compañía en la que se encontraba: El Floren, Paco y Javi. Salude a todos mientras calculaba con rápidos dedos los años de condena que entre todos acumulábamos en ese pequeño recinto: unos 77 años sin contar la propina de algunos, y que historias detrás de todos esos avatares. Algunas, para ponerte los pelos de punta, pero con lo que había oído esa tarde ya me encontraba más que servido y ahora lo que deseaba era distracción. Y me la dieron, vaya que si me la dieron…