Submitted by jorge on Mon, 01/08/2016 - 06:36
Pocos son los que salen de prisión que no añoren en algún momento, en alguna fracción de segundo de su vida en libertad su anterior etapa en prisión, sus compis, su chabolo, la rutina imperturbable del día a día que no varía.
Esto ocurre y es difícil de evitar.
Pero de ahí, a salir de prisión y cometer un delito a fin de ser devuelto a “casa”, el problema se radicaliza y la prisionalización deja de ser una mera añoranza puntual para convertirse en un virus que devora al ser en el que se ha hospedado.
Este es el caso de una norteamericana, Linda Thompson, que después de permanecer 6 años en la prisión de Oregón por robo, salió en junio y volvió a robar, en esta ocasión, un banco, lanzando al aire el dinero birlado y quedando a la espera de la llegada de la policía y, tal y como ella comenta, “ante la dificultad de conseguir un cuarto en un albergue de indigentes, decidió robar el banco el miércoles porque ya no podía permanecer en las calles”.
Habitualmente estas acciones se dan más entre la población masculina, ya que las mujeres mantienen los vínculos familiares y no echan por tierra la posibilidad de recuperarlos.
La Prisionalización es un mal más arraigado de lo deseable entre la población reclusa y ex reclusa.