Y así va contándoles todas las fantasías habidas y por haber. Los compis que lo rodean no le quitan el ojo de encima, en especial, el paisano, el que se está carteando con Cesárea, la compañera de chabolo de Elisabeth María. Algunos babean, otros abren los ojos como si de un fantasma se tratara, y todo debido a la imaginación y buen hacer que le dedica el Filetes a la narración. Intuye como encandilarlos, cuenta con la sabiduría del líder natural y los modos del engatuse.
No le falta tiempo al colombiano para escribir esa misma noche una carta a su chica. La envía a la mañana siguiente con la emoción de quién descubre un ardid del que beneficiarse. Espera ansioso a que Cesárea la reciba y le de una respuesta; esto puede acelerar la decisión de ella de buscar la manera de verse a solas antes del Vis-vis. Hasta el momento la brasileña no ha pasado de unas cartas amables y correctas, pero insinuaciones como las que el paisano desea, a pesar de leer y releer las cartas una docena de veces a fin de encontrar un atisbo de sugerencias, de esas, nada.
A los dos días del Vis-vis de Elisabeth María, Cesárea recibe la carta de su chico. Se separa del grupo a fin de leer con tranquilidad; en una de las esquinas del patio encuentra un lugar apropiado a ese fin. Cuando empieza a pasar las líneas, su rostro comienza a demudar. ¡Pero qué le está contando el paisano del Vis-vis de su compañera de celda! ¿De dónde ha sacado toda esa información? Y entonces, sí esto es lo que el Filetes le ha contado a su chico, ¿qué les contó a ellas Elisabeth María?, ¿quién miente?