Viernes, 15 de julio

El módulo está revuelto. De inmediato se descubre el pastel: ha llegado la juez de vigilancia penitenciaria para charlar con todos los compis que hayan solicitado entrevistarse con ella. A mí de poco me sirve, ya que por lo que me dicen, dependo más del juez de instrucción que lleva mi caso que de esta mujer. Pero para los condenados, de a buten. Han llamado a algunos de este módulo para la entrevista y los tíos no paran de fumar y de moverse esperando el momento. Saben que es la última visita de “mi Señoría”, como dicen, hasta octubre, motivo por el cual, los que tienen permisos pendientes y otros temas a tratar con ella están de los nervios. Más de uno se ha arreglado y repeinado para la ocasión. Los demás nos quedamos en el patio muertos del asco y a las puertas de otro finde veraniego de hastío y coñazo.

Entramos al comedor. La humareda es insoportable. Decidimos jugar una partidilla de dominó con el grupo de siempre.

En eso se acerca don Raúl a la timba. Nos incomodamos. Pensamos que viene a llamarnos la atención, ya que los juegos de cartas y de azar están supuestamente prohibidos en el talego, aunque todos hacen la vista gorda. No, no se llega a nosotros con esa intención.

-Guerrero, venga un momento –me dice, haciendo un gesto de cabeza para que lo acompañe.

Cuando me tiene a un lado, observó como todos los compis de mi mesa husmean de reojo nuestra conversación.

-Mire, ya le avisó la vez anterior el jefe de servicios de que se mantuviera distante de los terroristas. Lo han vuelto a ver ayer charlando con uno. Le aviso por su bien. Ándese con ojo o le dan cunda a un centro lejano de su ciudad. Usted sabrá lo que hace. 

-Pero… pero, don Raúl, solo le preguntaba algo sobre los estudios de la UNED, ya que en septiembre… -me interrumpe.

-Yo solo le aviso, y creo que va ser el último. Después de esta… 

Y con esto, se da la vuelta y se aleja hacia la pecera. Estoy bloqueado.