Lunes, 12 de septiembre

Vaya rollo chungo el que ha ocurrido esta mañana. A uno que siempre lo veo trastornaó, se lo han llevado a enfermería. Cuando ha regresado a última hora de la tarde, nos cuenta que de enfermería lo han largado en una ambulancia al Hospital Ramón y Cajal.

Y el tío descojonándose dice, que tenía un dolor de estómago que te cagas, y que cuando en enfermería comienzan con la preguntadera, bueno, pues que al final les suelta que en los últimas semanas se ha tragado varias cuchillas de afeitar –de esas que extrae uno de las maquinillas de afeitar azules y guarras que nos dan con la bolsa mensual de higiene-, pero que además de eso, se ha zampado unos clavos y unas bolas de rodamientos que tenía guardadas en el chabolo. ¿Y para qué? Le preguntamos extrañados. Pues pá ná, nos dice, pá llamar la atención y que me cuiden las enfermeras del hospital, porque estoy hasta los cojones de que nadie me haga ni puto caso. 

Bueno, el caso es que como en enfermería no pudieron hacer nada, se lo llevaron al hospital a que le hicieran un lavado de estomago en toda regla y extrajeran la chatarrería que el cabrón tenía dentro. Está más pá lla que pá ca.

Este finde ha venido de nuevo mi madre. Está con la mosca detrás de la oreja porque mi mujer no la acompañase a comunicar recién llegada de Marbella. Regresó el martes noche, ya que mi hijo tenía cole el miércoles, pero cuando habló con mi madre y le comentó que no podía acompañarla, a la vieja le comenzaron a asaltar las dudas. Menudo interrogatorio al que me sometió con el cristal de por medio. Y como solo encontró evasivas por mi parte, me comentó que tendría una conversación seria con la Pati. Quiere estar al tanto de lo que ocurre entre ambos. Dice que el que sufre por ello es el niño, que además de estar sin el padre, y el mal rollo que existe entre ambos, pues que va a ser que no. Que ella tomará cartas en el asunto. Miedo me da la vieja, y sobre todo, que se entere de la movida.