Jueves, 15 de diciembre

Esta mañana, y después de servir el desayuno, me siento con los dos gallegos y los invito a un café.

-A ver, troncos, sé que ambos recurrís los temitas de varios compis del módulo. Uno me ha pedido que le recurra un permiso denegado y le he dicho que sí. Soy un gil porque no tengo ni zorra de hacerlo, pero el menda me ha dado lástima: no sabe leer y parece que lo están vacilando con los permisos desde hace tiempo. Además, también quiero recurrir el parte que me han encalomado por lo de la puta doctora, y solo tengo tres días para hacerlo; entre hoy y mañana tengo que presentarlo. Andad, tíos, echadme una mano.

Ambos se miran como zorros viejos que son. Fermín es el que toma la palabra, mientras Pechín le guiña el ojo.

-Está bien, rapaz, te vamos a echar una mano, pero al cuello, ja, ja, ja –se descojonan -pero eso te va a costar otros dos cafeses más.

Mientras voy a buscar otros tres cafés, Pechín se aleja en busca del oráculo, como ellos llaman a un libro prohibido en estas casas. Ya de vuelta, me enseñan el libro en cuestión.

-Mira, con este libraco tenemos toda la información que necesitamos para recurrir; se titula, “Manual de Ejecución Penitenciaria” de Julián Carlos Ríos Martín, un crack el menda. El problema es que no lo dejan entrar, aunque Cáritas dona todos los años unos mil ejemplares para distribuirlos gratuitamente en las prisiones españolas, pero no pasan de ingresos. A las juntas de tratamiento de estas casas de mierda no les interesa que toda la peña se ponga a recurrir: tendrían el doble de trabajo, y eso no les mola. Por eso está prohibido. Nosotros le hemos arrancado las tapas y lo hemos forrado, y lo tenemos mezclado entre los otros libros.

Me pongo a escribir lo que me van dictando y así rellenamos tres páginas. Después nos ponemos con el mío, el del parte, que con una página queda finiquitado.

Antes de comer, le entrego el recurso al Legañas, que me invita a otro café en agradecimiento, mientras sonríe con sus únicos tres dientes.