Lunes, 16 de abril

Este finde vinieron los viejos: qué sorpresa; estaban que se salían.

De inmediato me pusieron al tanto de la situación. El viernes fueron al banco y dieron orden de preparar parte de los ahorros para disponer de ellos en breve. Les pregunté el motivo del por qué no lo hicieron con un aval, y se descojonaron. 

-Hijo, esos de los bancos son unos usureros y no les vamos a dar a ganar más con nuestros ahorros. Ya bastante nos roban. Nos harán un talón cuando tu abogado nos avise para llevárselo al juez.

Mi abogado, sí, ese hijo de la gran puta, que a partir del momento en que yo salga en libertad no sé como tratar. Tampoco me quiero imaginar si seguirá consolando a mi mujer tan “íntimamente”.

Bueno, pues ese, les ha dicho a mis padres que hay que tener paciencia, que no se puede pagar la fianza así, a lo loco; es mejor dejar pasar unos días, opina. O sea, que hay que hacer el paripé de que uno es un tirado, un muerto de hambre, para que el juez no pueda elucubrar que tu familia, tus padres, tu mujer y tu hijo, vivan del dinero del narcotráfico. Hay que joderse.

Y a todos estos politicuchos, banqueros y amigos de los influyentes que, después de haber robado a manos llenas durante años, les ponen unas fianzas millonarias a los pocos meses de entrar, las pagan, dejando el resto en la cuentas de las sociedades que mantienen en paraísos fiscales, y nada, aquí no pasa nada. Y llega un pringao como yo, al que han pillado con un par de kilos de mierda, y encima he de disimular, y a mi familia los revisan con lupa.

He pasado el finde de los nervios. Cada día que pasa se me hace eterno. No dejo de pensar en la familia, en tomarme unas birras con los amigos, pero birras de verdad, no esta puta mierda Sin alcohol que venden en los economatos del centro.

Quiero salir, ver la lejanía, ver árboles, gente, niños… No aguanto más ver a estos pobres diablos: aquí todos somos iguales, con idéntico careto y expresión; no lo soporto. Estoy hasta los güevos.