No es la primera situación irregular que encontramos, es más, en los casos relacionados con indemnizaciones por encarcelamientos injustificados o errores sumariales, lo habitual es que la víctima, antes acusado, no perciba reparación alguna por el tiempo transcurrido en prisión. Para eso las Salas Judiciales son maestras en el arte de sacar el conejo de la chistera. 

Contamos en España con unos tiempos de prisión preventiva que superan a los de la mayoría de nuestros países vecinos y no vecinos: hasta cuatro años puede permanecer un acusado en prisión a la espera de juicio. Si después la vista no se celebra, el imputado es absuelto en el juicio o surge otra causa imprevista, el perjudicado acude a la indemnización que le corresponde por ese tiempo “perdido”.

Pero, oh, sorpresa, es en ese momento cuando las Salas sacan el conejo de la chistera y, por arte de birlibirloque, aparece algún artículo perdido o algún defecto de forma en la demanda, y el pobre diablo se queda con un palmo de narices, sin nada donde rascar.

En otras ocasiones, y no habiéndose encontrado pruebas suficientes contra el acusado o habiéndose instruido mal la causa por parte del Juez de Instrucción, se le condena aplicando cualquier argucia legal a una pena equivalente al tiempo transcurrido en prisión preventiva, y a ver quien rechista a sus Señorías.

De esta manera, las salas de Justicia se convierten en banqueros encubiertos de la Administración, evitando indemnizaciones millonarias o tirones de orejas por instrucciones mal llevadas.

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