-Tío, ya he aprendido lo que necesitaba para llevar los negocietes que montaré cuando regrese a España. Ahora quiero que me muestres el rollo de la coca, de cómo se produce, se trata y se procesa. El transporte y la venta los controlo, pero no conozco como furula todo por aquí.
Simón mantuvo la vista puesta sobre el español. Sonrió de manera cínica.
-Pero, chapetón, qué te crees tú, que vamos a mostrar la base de nuestro negocio a un extranjero… Llevas varios meses con nosotros, he permitido que conozcas los entresijos de mis empresas, que mi gente te enseñara todo lo relacionado con el bisinis legal, pero lo que ahora me pides es más jodido. Pero bueno, antes de darte una respuesta lo consultaré con el viejo, con mi padre, y sí él da el ok, bueno, entonces sin problem, brother. Tú sabes cómo es la vaina.
Ambos intercambiaron miradas mientras meditaban al respecto.
Joder, con este cabrón, después del dinero que le he hecho ganar, ahora me dice que no, que no me enseña el negocio. Menudo cabronazo, pensaba el Robus para sí.
Mientras el español rumiaba su insatisfacción, el colombiano lo hacía a la vez con la suya.
Menudo triplehijueputa este chapetón. Le damos cobijo en mi casa, lo encaletamos de la Ley, le abro mis empresas para que aprenda, y ahora también quiere que le de chicha, que le meta en nuestras cocinas, en la base de nuestro imperio. Ni de vainas, a no ser que el viejo diga lo contrario.
