Parece ser que tenemos una semana más que movida. La nueva es que al Aurelio lo han pasado a mi anterior módulo. Durante los dos primeros días congenió con sus recién conocidos compañeros. Como llegaba con una aureola de kie consumado, fue recibido con alfombra roja. Se le dispensaron todas las atenciones posibles y a pesar de tratarse del Módulo, del de los ruinas por excelencia, todos doblegaron sus cerviz ante la presencia del recién llegado. Poco duró el idilio.
Al tercer día y durante una partida de cartas, uno de tantos respondió con un tono más rasposo del debido y eso no gustó al Aurelio. En consecuencia, éste último se levantó con aparente parsimonia, fue hacia el patio y arrebató una raqueta de frontón a un compi que en ese momento disputaba un juego. Retornó al salón y con toda calma asestó un raquetazo en la cabeza del alborotador.
Ante los gritos que se levantaron, ambos funcionarios llegaron raudos y trataron de arrebatar la raqueta al Aurelio. Éste, de un mandoble bien articulado y con una sangre fría encomiable, dio con el de azul en el suelo. Al segundo lo lanzó de un puñetazo contra una de las mesas. Éste pudo, sin embargo, dar la voz de alarma con su walkie. Al cabo de varios minutos, media docena de funcionarios entraban provistos de porras y, a base de golpes, rodillazos y empellones, pudieron reducir al kie. Lo devolvieron a su hogar de aislamiento a esperar que se comiera a pulso lo que le quedaba de condena, no sin antes recibir varios de ellos una serie de raquetazos que les colocó el menda entre pecho y espalda.
Esto es lo último que he oído del Aurelio y de mi antiguo amigo. Comienzo mi verdadera vida taleguera en este módulo 4, con un compañero de celda y 136 compañeros más de patio. Me quedan por cubrir muchos años de encierro y un futuro incierto y gris. No sé que me deparara la vida a partir de ahora. Pero como bien dije antes, esa ya es otra historia…