Submitted by jorge on Wed, 16/11/2016 - 06:51
Una de las promesas electorales de Obama al ser elegido Presidente de los Estados Unidos fue la de cerrar la prisión de máxima seguridad de Guantánamo.
No la llevó a cabo.
Ahora se lamenta, a 2 meses vista de dejar su cómodo sillón, de no haber podido cumplir dicha promesa, en parte, debido a la oposición republicana en el Congreso y, por otra parte, a meterse en berenjenales por el escaso apoyo que recibiría en un momento como el actual, con el ciclo electoral que deja a sus espaldas y las nuevas promesas de Trump de no solo continuar con Guantánamo, sino de aumentar el nivel de presos ahí residentes.
Porque lo que sí logró Obama fue reducir la población penitenciaria de esta prisión de los 800 reclusos que hubo después de los ataques del 11-S, a los 80 existentes en la actualidad.
No obstante, el Presidente saliente podría utilizar el Poder Ejecutivo para cerrarla en estos 2 meses de mandato, pero no va utilizar este As que le queda en la manga por la polémica que esto podría generar en este final de trayecto.
Por lo tanto, se lava las manos, no cumple con lo prometido, se quita un marrón de en medio y la casa sin barrer.
Y los “residentes forzosos” que aún quedan en ese purgatorio, no solo seguirán viviendo en un limbo existencial y legal –no pueden acusarlos de nada porque no hay pruebas contra ellos-, sino que su vida a partir de enero y con este nuevo mandatario, se convertirá en un verdadero infierno, con diablo, tridente y cazuela con agua hirviendo.
Pobres de ellos.