Delante de la celda se formaban largas colas a cualquier hora del día, cada cual con un paquete de cigarrillos a la espera de su turno, con los nervios a flor de piel y la mente impaciente. Llegaron a un acuerdo económico con el cabo de varas para no ser molestadas y a la vez protegidas. Los funcionarios que ni veían ni deseaban oír, hacían la vista gorda siempre y cuando todo siguiera su curso sin excesivos tropiezos. Hombre, los tropiezos se daban y a diario, pero ya se encargaban ellas o los matones del cabo de varas de poner todo en su sitio.
-Joder, que la mamada ha sido muy corta.
U otro:
-Que la Susie no me ha dejau correrme dentro y esa enculá me costau dos paquetes de trujas.
O:
-Este, que se me ha colado y por mis cojones que mañana le busco las vueltas.