Submitted by jorge on Wed, 11/11/2015 - 06:24
en una prisión de España en una de Arabia Saudí
Casarse en una prisión española es engorroso, lento y deprimente.
En primer lugar, el preso y su pareja libre han de ponerse en contacto, cada uno por su cuenta, con la Asistente Social del módulo donde reside el interno. La asistente, de manera lenta y metódica, va solicitando documentos y papeles a la pareja que se encuentra en libertad y después de meses, quizás un año o más y una vez se ha registrado y aceptado todo lo aportado, se organiza la ceremonia dentro de la prisión.
Se trata de una acto que se realiza habitualmente en la capilla de la cárcel, que no es otro lugar que un salón multiusos o similar ubicado en el módulo sociocultural y adaptado para la ocasión, donde la pareja y unos testigos –ya sean presos o funcionarios- asisten al singular acto.
Después de brindar y disfrutar de un pequeño ágape que ha de traer la pareja del exterior, pueden disfrutar de su luna de piel durante varias horas en una celda del vis a vis íntimo; al finalizar el tiempo de disfrute, uno sale al exterior mientras el otro regresa a su celda.
Como verá el respetable, se trata de una ceremonia carente de festejo, arroz, serpentinas y banquete.
Pero nos hemos venido a enterar, que en Arabia Saudí, en la prisión de Dammam además de en otras tantas, se organizan las bodas para los reclusos que quieran contraer matrimonio con un festejo similar al de la calle, con salones adecuados a la ocasión, con toda suerte de viandas y lujos, y donde el resto de presos también pueden acudir al convite. Para finalizar la ceremonia la administración de la cárcel ha dispuesto habitaciones familiares más propias de hotel de lujo que de una prisión.
De acuerdo a los reglamentos de las prisiones saudíes, “las bodas tras las rejas son similares a las celebraciones fuera de las prisiones ya que todos los reclusos tienen derecho a casarse y deben de disfrutar de los lujos inherentes a estas ceremonias”.
Seguro que en otros países las condiciones de una boda en prisión son peores que las nuestras, quizás también mejores.