Submitted by jorge on Fri, 10/06/2016 - 06:48
Parece propio de una novela negra, de una de ciencia ficción macabra o de un campo de concentración nazi, pero no, esto ha ocurrido en nuestros días y con la anuencia de las Autoridades de la región.
Cerca de la frontera de Méjico con los Estados Unidos se encuentra la prisión de Piedras Negras, donde hasta hace unos años se hallaban recluidos parte de los Zetas condenados por varios delitos.
¿Y quiénes son los Zetas?
Pues son comandos pseudomilitares formados por desertores de los cuerpos militarse de élite mejicanos y que se crearon con el fin de servir al Cártel del Golfo. Después se independizaron y ubicaron sus bases en las regiones limítrofes con la frontera estadounidense, Tamaulipas y Coahuila, lugares por donde cruza parte de la droga proveniente de Centroamérica.
Mutilaban y masacraban a sus enemigos y a los propios correligionarios que no comulgaban con sus órdenes.
Con el tiempo, los cabecillas fueron detenidos y enviados a esta prisión de Piedras Negras, donde instalaron uno de sus cuarteles generales. Llegaron a un acuerdo con las Autoridades, prometiendo tranquilidad y ausencia de motines a cambio de que éstas miraran hacia otro lado.
Desde ese momento y hasta el comienzo de su decadencia, hace dos años, la prisión sirvió de campo de exterminio donde eran enviados sus enemigos, torturados y descuartizados, tras lo cual se les enterraba en los aledaños de la cárcel.
Los Zetas entraban y salían de prisión como Pedro por su casa, daban órdenes desde dentro, organizaban envíos de droga, secuestraban y llevaban a dichas personas a Piedras Negras donde los hacían desaparecer, y así, realizaban todo tipo de tropelías y barbaridades desde esa satrapía que era el centro de internamiento.
Cuando en 2012 se fugaron o salieron tranquilamente del penal 132 reclusos, se cerró el lugar y comenzaron las investigaciones. Así pudieron encontrarse restos de 150 asesinados, y comprender la magnitud de la masacre y la gestión criminal que ahí se llevó a cabo, todo ordenado y dirigido por Ramón Burciaga Magallanes, El Maga, y otros cuatro dirigentes como él, asesinos amorales y deshumanizados.
Este es un primer paso para la limpieza y el ordenamiento de muchas de las prisiones de Iberoamérica.