Lo nota indeciso, inseguro, sin los ánimos arrolladores de la primera ocasión. Su fracaso regado por los suelos de ese primer encuentro, sus respuestas a las cartas de él y su desdén mostrado en este momento, han minado las seguridad del Edgar, de eso no le cabe la menor duda a la brasileña. Para más inri, ella ha llegado sin nada para el beber ni el comer, ni un mísero refresco; faltaba más, después de la manera en que terminaron las viandas y las bebidas la última vez.
Él, en cambio, ha traído unos cafés y unos bollos, nada especial, pero al menos algo para remojar la seca garganta que el pobre paisano siente a medida que transcurre el tiempo. No sabe como entrarle, no vislumbra el camino a la cumbre, y esa cumbre se ha convertido para él en una tremenda cordillera; se siente bloqueado, paralizado.
Percibiendo ella como se encuentra el muchacho, consulta el reloj; el tiempo corre y los deseos hay que aplacarlos. Se decide. Se arrima a él, lo abraza y acerca sus tremendas fauces y abultados labios a su boca; la abre por presión e introduce una anaconda húmeda y viscosa hasta las últimas entrañas del pobre diablo. Al tiempo, tienta con su mano el paquetón que espera encontrar. Sin embargo, en lugar de tremenda verga, siente a través de la tela una escurridiza babosa que trata de evadir el agarre de su zarpa. Incrédula ante lo sucedido, aumenta su abrazo y la perforación del esófago de su presa, mientras introduce su diestra por la rendija abierta de la bragueta de éste. Pasa veloz por encima del elástico de su gayumbo y atrapa al asustadizo gusano que desea domesticar y transfigurar en una salvaje boa que todo lo penetre.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos de la carioca, la lombriz, lombriz se queda, y su príncipe azul va cediendo el tono encendido de la piel a uno pálido y percudido. Antes de escuchar el cerrojazo de apertura de la celda y, después de abatirse un opaco silencio sobre ellos, él alcanza a disculparse ante su pareja:
-Lo siento, es que…, la vaina es…, bueno, que estoy jodido por no haber podido…, pero por favor, no lo sapees por ahí, no se vayan a enterar mis compis de módulo y…
-Tranquilo, tranquilo, que yo no soy como vose, que va falando todo por allí –le responde ella sin apenas mirarlo.