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DE LAS PAREJAS Y SUS RELACIONES EN PRISIÓN (11)

Elisabeth María supo de nuevo del tal Filetes por una carta que le llegó. Le llamó la atención, que esa tarde de bajada al patio, alguien le avisara que su nombre se encontraba en la lista de correos. Al pedírsela a la funcionaria de la pecera pensó que habría un error. Sí, ya había hablado en un par de ocasiones por teléfono con su familia de allá, del Pueblo, pero le parecía desde todo punto de vista imposible que le hubiera llegado una carta en tan poco espacio de tiempo. Pero lo que ya la dejó totalmente desconcertada fue ver el sobre de la carta misteriosa. Dibujos de muros, grilletes y corazones solitarios atravesados por flechas de amor, adornaban la superficie del anverso y reverso del sobre. Su nombre aparecía con letras mayúsculas y con una más que renqueante caligrafía. El nombre y apellidos del remitente eran desconocidos para ella. Abrió y leyó.

Lo primero que hojeó fue la firma del remitente: El Filetes. Bueno, por lo menos ya sabía de quién se trataba. De ese mechudo del primer día, de ese que con la cara incrustada entre los barrotes de la ventana le pidió cartearse con ella. Ahora ya entendía de lo que se trataba el carteo. ¿Pero de qué manera se había agenciado el man este su nombre?, ¿quién se lo había proporcionado? Bueno, les preguntaría a las chicas por si alguna tenía algo que decir. Comenzó a leer.

Le hablaba de su soledad entre rejas, que era la segunda entrada que había tenido y que bueno, era joven y con ganas de tener relación con alguien dentro de prisión. Que se había quedado prendado de su pelo, sus ojos y el garbo que ella demostraba al caminar. Que deseaba cartearse con ella y quizás en el futuro algún vis-vis y bla, bla, bla…

¡Pero qué se había creído este verraco! Una cosa es que a ella le hubiera gustado la mirada de él y otra, que ya le estuviera proponiendo vis-vis. Cómo si ella se fuera a encamar con el primer güevón que pasara por su vida. Nada, ni carteo ni vergas, no le respondería al muy sinvergüenza, pensó ella digna. Guardó la carta en un bolsillo y se fue en busca de sus compañeras.

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