Cuando le llega el turno a Elisabeth María, doña Lola termina de cachear a una interna. Se gira hacia la colombiana y le guiña un ojo. Ella cuida de sus chicas, y la economatera es una de ellas. Le pasa rápido la raqueta y apenas la ausculta.
-A ésta no, Juan. Es una de las del economato –le dirige la palabra al funcionario que se disponía a revisar su bolso, -además, hoy viene de vis.
Cuando reanuda su camino y asciende los primeros peldaños de la escalera, se vuelve hacia Cesárea. No ha tenido suerte y le ha tocado una funcionaria de otro módulo.
Qué vaina, piensa, le van a revisar hasta el forrillo de la ropa. Antes de reanudar su ascenso, le envía a su compañera un gesto de comprensión y de calma.
Está viendo la tele en la celda, cuando Cesárea entra como un búfalo. Espera a que chapen para soltar con toda su mala lecha:
-Filhos de puta, filhas de puta todos estos funcionarios. Me han tocado tudo y buscou todo â…
Y explica a Elisabeth María el cacheo en toda regla al que ha sido sometida. También le cuenta, que aparte de la Pati, han retenido a una gitana, de la que ella no recuerda su nombre, a la cual le han encontrado algunas posturas y un pincho en el cacheo que le realizaron.
-Así, mijita, que el patio se va a revolver por falta de drogas y que dos se van para el chopano. Estamos jodidas, ya verá que…
El chasquido de la puerta interrumpe el diálogo de ambas. Dos funcionarias aparecen en el umbral.