-Un momentico, mi doctor. ¿Lo que usted me está diciendo es que si yo sapeo al vergajo del John Jairo, el man de mi barrio que me metió en esta vaina, me condenan ya seguro a seis años?, ¿y tengo que estar acá seis años? –vuelve a cuestionar la suramericana con ojos como platos y dudas más que razonables.
-Lo que yo te digo, Elisabeth María, es que el fiscal está dispuesto a hacer un trato de seis años y el juicio se convierte en un mero trámite. Después, con lo que llevas cumplido como preventiva hasta que baje la sentencia, podría conseguir tu traslado a Colombia para terminar de cumplir la condena en tu país, ya que existen acuerdos bilaterales a tal efecto –responde con calma el letrado, ralentizando sus palabras en cada ocasión que salen los datos a relucir.
-Y usted, qué dice de toda esta vaina del fiscal, del juicio, del acuerdo o como se llame esa maricada, de todo, ¿qué piensa, doctor?
Fernando sonríe marcándose en su cara unas arrugas propias del descanso a plazos.
-Pues, mira, a mis los arreglos, como que no, o sea, que no van conmigo. Pero es tu vida, tu decisión y no quiero interferir.
-Sí, sí, pero dígame, ¿qué haría usted?
-Yo, iría a juicio. Tenemos posibilidades de lograr una condena de entre cuatro y cinco años, sin llegar a acuerdos de ningún tipo y sin que tengas que delatar a nadie. Pero como te digo, la decisión es solo tuya. Tengo que avisar a tu madre sobre el resultado de nuestra conversación; ese es mi compromiso con ella.
-Ah, dígame por favor, ¿cómo sigue ella? Llamo dos veces a la semana para hablar con mis hijitos y con mi mami, pero no sé si me dice la verdad y…