DE LAS PAREJAS Y SUS RELACIONES EN PRISIÓN (143)

Por ello, al mediodía se encuentran las seis en el economato, incluida Cesárea,  donde terminan de alistar las viandas. Mantienen la puerta exterior abierta, y una de ellas hace la guardia, para dar el agua en el caso de que alguna funcionaria tenga la feliz idea de pasar a beberse un café. Entonces Elisabeth María, y con el fin de no seguir comiéndose el tarro, comienza a moverse con un frenesí descontrolado, que las demás interpretan como llevada por la seguridad del grupo. Retira el infiernillo de detrás de la cafetera y lo enchufa. Coloca la lata vacía de jamón cocido de 1 kilo a modo de sartén y agrega algo de aceite de oliva. Con una tapa de lata usada, doblada en dos y convertida en objeto cortante, aunque no punzante, rebana unos gajos de ajo y una guindilla que refríe en el aceite caliente. Mientras unas ponen la mesa, las otras sacan los embutidos de sus envases, el queso, el salmón, sirven los refrescos y descorchan el vino empujando el corcho dentro de la botella.

Añade las gulas al refrito, las revuelve un par de veces y las sirve en un bol plástico que hace las funciones de cazuela. Acto seguido corta el chorizo y lo fríe en la sartén en su propia grasa. Ha de actuar rápido para así evitar que lo servido se enfríe. Colocan algunas barritas de pan recién horneado en la panadería del centro y, voila, el gran almuerzo está servido. El olorcillo del ajo y del chorizo que flota en el ambiente, se enscabulle a través del resquicio de la puerta al exterior. Las que no ocupan sillas, asientan sus respetables sobre las cajas de botellas de agua alrededor de la mesa.

-Bueno chicas, nos merecíamos este homenaje, y aunque no tengamos un motivo para ello, brindemos con el vinillo.

Y todas alzan sus vasos plásticos al aire y brindan, cada cual con su deseo personal, unas en alto, otras por lo bajini. Poco tardan en dejar los vasos para atacar las viandas con el desafuero propio de la penuria, disfrutando cada bocado como manjar propio de dioses.

-Pero, niñas, cómo están estas angulillas, o gulas o como se llamen; de perderse.

-A mí lo que me priva es el pescado este rosado, que está de a buten –dice la otra.