En clase la pareja se acecha con miradas constantes. Ella, añorante pero con un poso de preocupación; él, lascivo y coqueto. Así transcurren los primeros cuarenta y cinco minutos, ella, retorciendo sus manos, penduleando las piernas y desviando la vista de la profesora al Filetes en un continuo movimiento de cabeza. Él, adivinando el juego de manos y a donde éstas van a ir a parar durante el descanso del café –esto provoca que su animalón no descanse dentro del pantalón durante ese tiempo, empujando por evadirse-, mientras mira de reojo a su chica y apenas a la que imparte la lección.
Cuando escuchan decir a la maestra:
-Bueno, chicos, quince minutos de descanso. ¿Quién de vosotros va a buscar el café al economato? Hoy invito yo, –ambos salen escopetados del aula en dirección a las columnas, sin pararse a pensar en el café ni nada que se le parezca.
-Joder, tronca, cómo me mola verte. Me tienes cachondo perdido -y la acerca hacia él, toma su mano y se la coloca sobre el bulto del pantalón.
-Filetes, deje esa vaina. No sea vulgar, mijito. Bueno…, yo también tenía ganas de verlo, y de hablar con usted –le contesta suavizando a lo largo de la frase su tono.
-Mira, no me jodas que ahora quieres garlar, porque ya vengo calentito del módulo. Varios compis me han estado vacilando, felicitándome por no sé qué gilipollez y queriendo largarme algo. Y llego aquí todo molón, nada, y que tú también quieres hablar. Pero qué cojones os pasa a todos, pues qué no, que no me mola hoy darle al pico, piba, que no, joder –suelta cabreado el menda.
Elisabeth María se queda bloqueada. No esperaba esta reacción de su chico, y eso, sin sospechar lo que se le viene encima. Pero no puede dejar pasar la oportunidad de ponerlo al tanto de su embarazo, ya que en caso contrario se enterará cuando llegue al módulo. Eso de que sus compis lo hayan felicitado…, mal asunto. Lo extraño es que no se lo dijeran. Bueno, pues antes de comentárselo, tratará de calmarlo.