Por eso hay tanta gente en estas casas. Y les preguntas sobre el por qué cometieron ese delito, y la gran mayoría aún no lo tiene claro. Ni yo misma sé porque me encuentro encerrada entre estas cuatro paredes, piensa. No sabía lo que me iba a ocurrir, ¿o sí?, ¿lo prensentí? Probablemente mi susconciensia, o como se diga esa vaina, lo conocía, pero para mi era más bacano no saberlo, no pensar sobre el viaje, el billetito fácil…, todo era demasiado sencillo, y mi Diosito no regala nada; las cosas hay que ganarlas con berraquera.
Todas estas disquisiciones pasan raudas por su mente mientras el agua de la ducha ha dejado de brotar caliente para caer en forma de estalactitas gélidas.
-Qué barraquera con este agua. Nunca dura la caliente. Mucha cárcel moderna, mucha piscinita y gimnasios, pero el agua siempre fría, y la calefacción, a esa no la conozco. Dicen que cuando el frío aprieta, entonces si la encienden, pero como este inviernito es suave, ni de vainas la enchufan.
Sale disparada de la ducha envuelta en una toalla, y así se ensobra. No tiene claro si desea compartir con Cesárea su experiencia, tampoco si mañana se lo comentará a su compi de destino. No tiene nada claro, ni siquiera a quien pertenece su cuerpo, quién es la que se encuentra en este momento encamada. Y para colmo de males, el módulo vuelve a entrar en ebullición con la llegada de la romaní. A partir de mañana, los pasos han de ser calibrados, las reacciones, cautas.
A unos cuantos módulos de distancia del de las nenas, el Filetes tumbado, apenas presta atención al partido.
-¡Uyyyyyyyy! –grita su compi –joder, tronco, ¿te has pillaó el remate del Raúl? Un poco más, y golazo. ¿Quieres otra birra?
-No, compi, y eso que el vis me ha dejado seco –responde el Filetes mirando al techo.
-Ya, ya, ya me he pispao lo de los aruñones que te ha marcaó la gatita esa sudaca. Qué, cuenta, ¿cómo se lo monta la piba?, ¿se ha bajaó al pilón?, je, je, je.