Todas esas dudas e incongruencias vuelven a surcar su mente de la misma manera que le ocurre todas las noches desde que la detuvieron. Una manera de protegerse ante el futuro, de darse una oportunidad y no caer en la desesperación. Sabe que son meros sueños sin sentido, ya que presiente que este viaje va para largo. Pero necesita de una vez por todas, que alguien, con los suficientes conocimientos, se lo ratifique o por lo menos, que le constate su situación real, alguien con los pies en la tierra, alguien en quién ella pueda confiar.
Se encuentra en esas disquisiciones, aún sin sentarse, cuando aparece al otro lado del grueso vidrio un curioso personaje. Curioso para ella, que siempre relaciona a los componentes de la magistratura con seres de movimientos densos, entrados en años, cuerpos inmensos, embutidos en trajes de tonos depresivos y gesto adusto. Este, en cambio, no debe tener más allá de los cuarenta, es de estatura media, rasgos juveniles y pelo pincho, y su expresión es de naturaleza bondadosa. Le agrada a primera vista.
-Buenos días, tú debes de ser Elisabeth María, ¿verdad?
Ella apenas afirma con un ligero gesto de su cabeza.
-Soy Fernando Pamos, abogado, y me encuentro aquí a requerimiento de tu madre. Ella contactó conmigo a través de una web, infoprision.com, página dedicada a ayudar a las familias de las personas detenidas y aclarar sus dudas. Le dieron mis datos. Después de intercambiarnos varios mails, por fin pude ayer hablar con ella telefónicamente. Me comentó, que en su barrio habían organizado una colecta a fin de contratar un abogado en España, gestión que se encontraba realizando el Consulado de Colombia, pero dado que aún no había tenido respuesta alguna, y por otro lado, en la página le habían dado buenas referencias mías, ella desea que me haga cargo de tu caso. Y por eso estoy aquí, para que tú me cuentes tu versión de los hechos y para que decidas si quieres que lleve tu caso. Aún no le he dado un sí a tu madre hasta hablar contigo.