-Mija, por favor, váyase a hacer una visita a Loli, la del otro economato, que tengo que charlar con la Patri, solitas –le pide con gesto compungido a su compi de destino antes de salir a hablar con las funcionarias.
-¿Pero estás segura de que no te vas a meter en una movida con esa cabrona? Qué mira, qué la tía tiene mucho peligro y te va a buscar las vueltas –responde la otra.
-Váyase tranquila, mijita, váyase. Déme media horita y después regresa. Muchas gracias.
Se va en busca de la gitana, con la que vuelve al momento. Pero antes de retornar a su destino, la funcionaria le advierte:
-Cardozo, no sé para que quieres llevarte a la Patri al economato, pero ándate con ojo, qué si ocurre algo tú eres la responsable. ¿Te has enterado?
-Sí, doña Gloria, solo vamos a charlar. Tranquila, que en un ratico la traigo de vuelta –explica la colombiana mientras se hace cargo del marronazo, que por otra, se está echando a las espaldas.
Se encierran en el economato. La tremenda romaní toma asiento mientras la suramericana sirve dos cafés. Acto seguido se sienta.
-A ver, sudaca, tanta gilipollez de cafeses y de que la menda venga pá cá, ¿pá qué? –comienza la calé a sus maneras.
-Tranquila, Patri, no empiece así, que solo le estoy invitando a un tintico, y para charlar –responde la otra tranquilizadora.
-Vale, vale, tronca, pues contame que me quieres contar y a ver si me mola o qué.