-Joder, Elisabeth María, ¿qué coño ha pasado aquí? Menudo desastre habéis montao la gorda y tú. ¿Estás bien?, ¿te ha pasado algo?
La colombiana levanta con lentitud la vista, aturullada ante tanta duda. Se encuentra abatida después de la bajada de adrenalina como para recibir esta andanada de preguntas.
-Tranquila, compi, solo que se aceleró la triplehijueputa esa y organizó semejante mierdero y por poco me pone la mano encima. Me agüeve. Menos mal que después dio media vuelta y se regresó al módulo –contesta más relajada la suramericana.
-Pero seguro qué no te dio pa’l pelo, ¿no? Porque sino le montamos una trece-catorce y la jodemos entre varias, qué mira, que estas preñá –insiste su compi.
-No, no, por favor, no hagáis nada, que ya bastantes problemas malucos me he buscado, primero con ésta, después con el Filetes. Además la verraca me amenazó cuando salió por esa puerta…
-Ah, tronca, se me ha pirado la olla y no te lo había dicho. Hablando del Filetes, ayer vino un compi suyo, el Andrés, el del economato central y me entregó una carta del menda para ti. Mira, por aquí la tengo –y diciendo esto se acerca a la cafetera y extrae un sobre de debajo del aparato.
-Mire, no quiero nada de ese vergajo, así que bótela al balde de la basura.
-No seas gil y léela, ¿qué pierdes? Si el pobre tipo debe andar más perdío que un pulpo en una bañera. Léela, que con toda esta mierda que aquí tenemos, te vendrá de a buti –se empeña la recién llegada.
-Qué no mija, qué no.
-Bueno, pues ahí se queda y haz lo que te salga del coño con ella. Voy a ordenar este desaguisau que habéis montaó –finiquita el tema la compi arrojando el sobre a la mesa.