Al miércoles siguiente se encuentra, como todas las semanas pasadas, con el Filetes, pero en esta ocasión, con un aliciente añadido. Es la hora del café, de la pausa que los maestros dan a los alumnos. Coinciden ambos en el segundo piso del Sociocultural, mientras unos compañeros de la Biblioteca van a comprar el café para todos al Economato del módulo 6. El Filetes, astuto, se lleva engatusada con sus palabras a Elisabeth María detrás de una de las tantas columnas del lugar.
Ésta le está comentando su encuentro con el abogado, cuando, y sin previo aviso, el Filetes la aferra y le planta un beso que ella no alcanza a esquivar. Una vez enganchada en ese mar de sensaciones la que no desea desamarrar el entuerto es ella. Frenéticos se retuercen en un beso interminable, en una ida y venida de sentimientos que entran y salen de sus bocas sin coordinación ni freno. Se pierden en el tiempo de esas sensaciones brutales, cuando a lo lejos oyen la palabra: ¡café! Asoman sus cabezas para observar como todos los compañeros de los cursos se han reunido alrededor de la bandeja de cafés. Adecentan sus cabellos, cara y ropa y salen de detrás de la columna en dirección al grupo. Lo que no pueden adecentar ni tranquilizar son las sensaciones revueltas que bullen en cada uno. De alguna manera tendrán que dar salida a ese magma.
Esa tarde y durante la hora de la siesta, Elisabeth María desde la litera de arriba y con la cabeza ladeada hacia abajo, cuenta a Cesárea su experiencia con el Filetes. Arde aún en los deseos pasados y con voz queda detalla todos los pormenores del caso, suplicando a su compañera que sus confidencias no salgan de ahí. Entre comentarios y consejos y habida cuenta que apenas quedan quince días para cumplirse los tres meses preceptivos de carteo entre ambos, condición necesaria para solicitar un vis-vis íntimo de parejas, ambas compañeras determinan rellenar una instancia dirigida a Comunicaciones a fin de solicitar dicho vis-vis.