-¿No será algo precipitado, mijita, ya que aún no han pasado los tres meses?
-Vose sabe como van las cosas por esta casa: muy lentas. Meior que se adelante a que se atrase.
Cuando a las cinco abren las puertas de bajada al patio, ambas se lanzan escopetadas escaleras abajo en busca de correos y de instancias.
Mientras esto ocurre, en el módulo 10 de hombres, el Filetes se encuentra con su grupo de compis tomando café en el patio.
-Joder, compis, no sabéis como se puso la piba cuando le planté un muerde detrás de las columnas. Al comienzo se separaba, pero enseguida entró y, la hostia, se me apretó que me dejó sin aires. Ésta cae como que soy el Filetes; por mis güevos. Además, en breves podemos pedir el vis-vis.
Del grupo sale una sonora carcajada. Todos se regodean del éxito del Filetes; algunos, sin contacto con el exterior, viven su experiencia como propia y buscan en lo ajeno el disfrute olvidado.
Le aconsejan pedir el vis-vis sin dilación, sabedores de los tiempos que en el talego se barajan. El Filetes, sin embargo, se guarda un as en la manga y no desea desperdiciarlo. Hablará antes con don Ciriaco, el Jefe de Servicios y al cual acude cuando la necesidad así lo exige.