Lo conoce de la calle, de su barrio. Cuando hace algunos años él comenzó a trabajar y en compañía de sus compis de siempre birlaban electrodomésticos de las tiendas, Ciriaco les compraba parte de los artículos robados; algún trapicheo de poca monta tenía montado el funcionario. Hasta el día en que la madera los pilló infraganti saliendo con toda la mercancía de una de las grandes tiendas, por la puerta trasera con nocturnidad y alevosía.
Después de varios meses de patear cárcel, se lo encontró en los pasillos, pero ahora ya no se trataba de Ciriaco, sino de don Ciriaco, el Funcionario. Éste lo llevó aparte y le dejo el tema más que claro:
-Mira, cabroncete, si alguna vez tú o tus amiguitos os vais de la lengua, aparte que lo negaré y es mi palabra contra la vuestra -sonrió satisfecho desplazándose su gran bigote sobre la comisura del labio-, os haré la vida tan imposible aquí en prisión que aborreceréis haber nacido, ¿me has entendido?
Filetes negó con la cabeza:
-Es que no entiendo eso que me suelta, eso de que aborrequece…
-Déjate de payasadas, Filetes, y no me cabrees. Sabes a lo que me refiero. No abráis la boca y listo. Y si alguna vez necesitas algún favorcillo, veré lo que puedo hacer.