Sin embargo, y antes de bajarla a calabozos, Fernando aparece por un pasillo y solicita a los gendarmes que lo dejen intercambiar unas palabras con su defendida. Estos se miran y acceden, sin alejarse en demasia.
-Estuviste bien, Elisabeth María, muy bien. Salgo con una buena sensación de este juicio. Además, el fiscal no hiló fino y al presidente de la sala lo percibí sensible a tu historia. Ahora nos queda esperar que baje la sentencia –le dice amablemente el letrado a su defendida, mientras su vista recae sobre los grilletes abrillantados que cargan esas muñecas frágiles de niña.
-¿Cuánto? –pregunta ella.
-¿Cuánto, qué? -responde el abogado sorprendido.
-¿Cuánto demoran en contestar?
-Depende –vuelve a responder Fernando -pero entre uno y dos meses.
-¿Y cuánto cree? –vuelve a interrogar Elisabeth María enigmática.
-Cuántos años creo que caerán, ¿eso es a lo que te refieres?
Ella asiente con la cabeza.
-Pues no sé, pero espero que menos de cinco. Eso espero.
-Lo sentimos –interrumpen los maderos –pero tenemos que llevárnosla.
-Sí, si, claro, perdonen –dice Fernando –ya te iré a visitar, Elisabeth María. Que tengas un buen día.
Antes de que el trío parta, la colombiana lo mira.
-Gracias, doctor.