Elisabeth María y Cesárea no salen de su asombro. No es que tengan una relación muy intensa con la paisa y menos con la otra colombiana, su ahora compañera, pero se les hace extraño que una paisana se desvíe del camino así, de repente. Esto en el Pueblo no está muy bien visto, aunque luego exista la promiscuidad en las rumbas y en la vida privada, pero de esa manera, no así, tan ostentoso. Pero, bueno, no son ellas las que han de juzgar su conducta, y por otro lado, también es verdad que acá es difícil soportar la soledad y la falta de una pareja.
Pensando en parejas y hablando de ello en la penumbra del chabolo, Elisabeth María y Cesárea entran en ebullición. Llevan muchos meses sin catar un hombre y apenas se han masturbado desde su ingreso. Es lógico por otra parte.
Durante los primeros tiempos se encontraban tan chafadas y fuera de su entorno, que ni se les pasó por la mente el tema del sexo. Luego, una vez situadas, habiendo aceptado el hecho como tal y sabiendo de la situación más o menos normalizada de sus familias allende los mares, la vida en prisión va tomando el ritmo y la monotonía del día a día, como si de su vida en la calle se tratara. Por este motivo, en los últimos tiempos y en especial Elisabeth María, aguijoneada por su relación epistolar con el Filetes, la libido de ambas ha ido in crescendo.
-Oye, Elisabeth María, yo estoy muito quente. Y si me sigues falando de temas sensuales y eróticos, me voy a tirar sobre ti, y eso que eu não gosto das meninas.