Y ahora, desde que está en estas casas, no hace más que esperar. Para todo. Que si quiere apuntarse a un curso, nada, a echar una instancia y a esperar a que digan que si, qué guay. Que quiere llamar por teléfono a una gachí, que a pedir autorización con la facturita de los cojones del número de la chavala, y que lo aprueben. Que si quiere una entrevista con el Educador, otra instancia de los cojones y a esperar. Y así para todo. Está hasta los mismísimos de tener que pedir todo. Joder, pero la colombiana tiene un polvo que te mueres y él, no veas, lleva ya muchos meses a pura alemanita y ya esta aburrido de meneársela. A esperar toca, que este bocado vale la pena.
En ambos módulos continúa la vida como de costumbre. El compi del Filetes, ese paisano que conoció a la otra colombiana, la Paisa, en Comunicaciones, la que le pasó el nombre de Elisabeth María al Filetes, se ha empezado a cartear con Cesárea.
Resulta que el menda se escribía con la Paisa, insistiendo en convertirse en pareja oficial dentro del talego. Pero a la Paisa no le acababa de gustar el paisanito con su insistencia y babosería, y acabó yéndose a vivir con la otra colombiana. Por ello y para quitárselo de encima, le escribió al pelma una carta, donde le dice que ahora era pareja de una colombiana, que no le interesaban por el momento los hombres y que una brasileña, Cesárea, si deseaba conocer a algún chico. Así que el colombianito, ni corto no perezoso, empezó a enviar misivas diarias a Cesárea. Ésta resistió el asedio durante unos días, dubitativa sobre su relación con Elisabeth María, después de pasadas unas semanas desde su accidental revolcón de esa noche. Sí bien desde entonces no se ha tocado el tema entre ambas, los deseos y la soledad de las dos, las empuja sin palabras a un nuevo encuentro