Las cuatro y siete minutos. ¿Pero qué carajo pasa con estas vergajas que no avisan? Se vuelve a sentar. Observa a Cesárea que no para de hablar, tumbada de lado en su catre, mientras ella de cuando en cuando da alguna respuesta sin percatarse de lo que ahí se está conversando. Se trata de un diálogo monologado por la brasileña, sabedora del bloqueo mental de la colombiana. Mira a Cesárea y le sonríe en agradecimiento por el esfuerzo de entretener sus nervios.
Cuatro y trece. No soporta más. Apreta el botón del interfono. Nadie responde. Vuelve a tocar, dos, tres, cuatro…
-A ver, esa que tiene tantos nervios, ¿qué le ocurre? –se escucha al otro lado de la línea.
-Es, es, que tengo un Vis-vis a las cuatro y son las cuatro y cuarto y…
-Ya sé, ya sé que son las cuatro y cuarto. Y yo qué quiere que le diga si no nos han avisado de Comunicaciones. Cálmese… -y se interrumpe la comunicación.
-Triplehijueputa la vergaja malparida esta. Quién se ha creído que es para hablarme como si fuera un perro –suelta Elisabeth María al aire, ofuscada por la rabia.
-Cálmese, Elisabeth María, que pronto…
Un zumbido parte del interfono.
-A ver, Cardozo, salga para Comunicaciones.