El Filetes permanece perplejo ante la colombiana. El rostro afable y sonriente muda de improviso. Se torna hosco y serio.
-Pero, tronca, ¿a ti qué te ocurre?, ¿y esos gritos de flipada, de qué vas? –le suelta seco, pero con su chulería característica.
Ese es el detonante para que Elisabeth María salte hacia él y le agarre con fuerza de la camisa. Mientras lo zarandea le grita fuera de sí:
-Vergajo, malparido, ha hablado tanta mierda de mí en su módulo, que ahora todos me miran como si fuera una puta. Y todo es un embuste suyo para hacerse el machito.
El Filetes, al verse agarrado por esa tigra desbocada, no saca a relucir otra reacción que la que ha mamado y observado en su entorno cercano. Con un rápido movimiento de su diestra, le arrea un par de bofetadas, derecha-izquierda, que obligan a la sorprendida Elisabeth María a soltar su camisa. De pie, frente a él, lo observa con la boca abierta mientras calibra el calor de sus mejillas. En esos instantes de incertidumbre regresan raudos los viejos recuerdos de su pasado que desecha con un movimiento de cabeza. De inmediato se lanza de nuevo contra el Filetes; pero ya es tarde. Varios compañeros del curso la sujetan mientras un funcionario y una funcionaria suben raudos las escaleras alertados por los gritos de la suramericana.