Submitted by jorge on Thu, 08/10/2009 - 08:19
Comienza a escribir con letra diminuta. El papel es pequeño y las ideas inmensas. Tiene que plasmar todas sus dudas y sentimientos en pocas líneas, por el anverso y el reverso. Además, la superficie del hormigón de la mesa es irregular y deforma las letras, las palabras y los sentimientos. No sabe si ser dura y no perdonar su falta o bajar el tono e ir abriendo la puerta a la reconciliación. Al cabo de un rato termina de rellenar las últimas esquinas del papel. Lo lee, relee y vuelve a leer. Lo dobla y se lo guarda en un bolsillo.
Un hora más tarde se vuelve a abrir la trampilla.
-La cena, a ver, esa compi -le dicen del otro lado del portón.
Se acerca y toma la bandeja metálica que le pasan. Agacha la cabeza y observa como al lado del carro con los perolos y bandejas se encuentran los dos destinos de Aislamiento y un funcionario enguantado. Da las gracias y la rendija vuelve a cerrarse.
Así que durante las comidas un funcionario acompaña a los destinos. En cambio el Economatero llega solo, piensa para sí la colombiana. A estas alturas tiene claro que su único vínculo posible con el exterior, aislado, pero exterior, es el desdentado, el destino de Economato.
Después de cenar deja la bandeja sobre la mesa, arma la cama, se desviste, apaga la luz y se tumba a dormir. Piensa en el Filetes, después entra a colación el desdentado, pero pronto los aparta de su mente; ni un mal pensamiento enciende su libido.