-A ver Filetes, ¿qué cojones pasa contigo? Te consigo los vis-vis con una golfilla del módulo de mujeres y váis y la cagáis hostiándoos. ¿Así pagas mi desvelo por lograr tu bienestar en este centro?
El Filetes aprieta los puños por no perder los papeles. Será hijo de la gran puta este cabrón de mierda. Primero llama golfilla a mi piba y después se tira el moco diciendo que se preocupa por mi menda. Si yo hablara, piensa antes de responder.
-Joder, Ciriaco, pero…
-Don Ciriaco, capullo, don Ciriaco, que aquí no estamos en la calle. ¿Te enteras, cabrón? –le corta tajante el jefe de servicios.
El chico se contiene. Vuelve a apretar los puños.
-Está bien, don Ciriaco. Es que a la piba se le fue la mano, pero que no pasa nada, que estoy de a buten con ella, que tranqui, que todo bien.
-Ni tranqui ni hostias. Ahora ya no puedo hacer nada. La orden viene de arriba y os han cancelado los vis, los cursos y todo. Y ya te digo, que por el momento no puedo mover ficha. Así que a joderse y a esperar unos meses.
-Pero…, joder, ¿qué nos van a quitar los vis? Lo del curso me la suda, pero los vis, no me joda, Ciria…, perdón, don Ciriaco, qué no, qué no nos los birlen…
-Ni que no, ni que sí, que os habéis quedado sin vis, por el momento, y basta. Y además, ¿yo por qué cojones te tengo que dar explicaciones a ti, un delincuentillo de mierda?
-Ciriaco, no te pases, que te jodo y hablo… -se enciende el Filetes.
Al funcionario le muda el rostro de color, del pálido macilento de fumador empedernido, a un rojo bermellón de pelotari vasco.