Sí, como lo oís, para ahorrar y regresar el día de mañana con una platica a su Pueblo, a su Colombia querida. Ella sabe que el destino de economato es el más duro, pero también el que más dinero deja, y limpio, negro, para la economatera y su ayudante. Y todos lo días la misma vaina:
-¿Compi, qué si me fías un paquete de trujas? –pregunta una cualquiera del patio.
-Vale, y el jueves cuando cobres me pagas dos por uno, ¿te has enterado?, dos paquetes por éste que te fío.
-Dame dos caféses y un bollo y me lo apuntas a la cuenta, hasta el peculio –dice otra.
-Ya sabes compi, dos por uno, y sino, pagas y encima te hostio -responde la economatera.
-Oye, economatera, que a ver si me fías una Coca-Cola hasta el jueves –una tercera.
-A ti ni agua, cabrona. Ya me debes lo de la semana anterior y no
quiero volver a sobarte el hocico, así que ábrete y déjame tranquila –responde la del economato.
-So zorra, so puta –le responde esta tercera mientras sale por pies antes de que la del economato salga y le dé una samanta de palos.
Elisabeth María ya conoce de sobra el trámite. Si dos se curran en el patio, probablemente las funcionarias salgan y las manden al chopano con un parte grave a sus espaldas. Pero si la economatera sale de su garito para arreglar las cuentas a alguna remolona y le aplica un par de buenas bofetadas en el tigre del patio, las de azul se hacen las locas. Contar con una persona de confianza en el economato es harto difícil y cuando ésta ha de cobrar las deudas de alguna morosa, sí o sí, hacen la vista gorda, claro, mientras la economatera no se pase y mande a la otra a enfermería.