-Hola, Elisabeth María, me recuerdas, ¿verdad?, soy Fernando Pamos, tu abogado –le saluda con una sonrisa cansada.
-Sí, claro, doctor, como lo iba a olvidar. Es usted mi única esperanza. Y cuénteme, cómo va mi vaina, porque ya no aguanto más. Me quitaron el destino, el curso, el vis-vis, el…
-¿El vis-vis?, ¿qué te han quitado el vis-vis?, pero, pero, cómo…
-Nada, un amigo que conocí acá –responde bajando la mirada y enrojeciendo como una colegiala –sólo es un amigo, pero dígame doctor, qué sabe de mi mamá y de mis hijitos, y del caso y…, es que me encerraron en aislamiento y llevo unos días perdida. No he podido llamarles.
-Pero, bueno, Elisabeth María, que velocidad llevas: un amigo, vis-vis, aislamiento. Has de tomártelo con calma, ya que los partes te van a dificultar la vida aquí. En lo referente a tu vida privada no entro, pero ándate con ojo. Bueno, vamos a lo nuestro. El análisis de la droga que trajiste dio un 65% de pureza, por lo que el kilo y medio queda en 975 gramos, que traducido en petición fiscal, por cierto, que ya la ha solicitado el fiscal, es de nueve años. Era lo previsible –termina de hablar el letrado, permaneciendo a la espera mientras su clienta digiere la información.
Elisabeth María permanece unos instantes en silencio. Primero mantiene la mirada en el rostro adusto de su defensor, para a continuación bajarla. Se mira los zapatos descoloridos. Se lo esperaba. Ya le habían comentado sus compañeras las posibilidades que existían para este tipo de delito. Sin embargo, ella se había hecho alguna esperanza de que la petición redujera la cantidad de años a los dedos de su mano, quizás alguno menos. No ha podido ser.