Cuando termina de exponerle la situación, Armando lo mira a los ojos.
-Joder, Fernando, sé que lo haces por echar un cable a la chica, pero con un parte grave y habiendo tenido una movida con un menda del módulo de hombres…, no sé, veré lo que puedo hacer.
-Tío, si lo único que te pido es que le vuelvan a dar el destino que tenía para que pueda mantenerse por si misma. La familia no le puede enviar un chavo y yo, que quieres que te diga, apenas les cobro. Es gente humilde y no la voy a dejar tirada. Anda, mira a ver lo que puedes hacer por ella.
El jefe de servicios sonríe mientras da el último sorbo a su café. Se despiden con un fuerte apretón de manos.
Cesárea se encuentra exultante con la vuelta de su compañera de celda. Guardó durante los últimos días los enseres y el lugar de su compi como si de un tesoro se tratara. Era consciente de su mal proceder con respecto a la colombiana; la había juzgado erróneamente. Por ello, cuando Elisabeth María regresó de aislamiento y a instancias de la brasileña, tuvieron una larga charla donde esta última se disculpó con lágrimas en los ojos. Todo volvió a su cauce. Ambas saben que se necesitan en esta jungla de envidias, pendencias y enemigas camufladas.
Pero la alegría de la brasileira no solo llega por motivo del regreso de su compañera, no. La otra noticia que la mantiene en ascuas desde hace un par de días es la concesión de un vis-vis íntimo con el paisano, sí, ese paisano colombiano compañero del Filetes que andaba detrás de la Paisa, esa Paisa que se fue a vivir con otra compañera y que se deshizo de él endosándoselo a la brasileña, claro, todo ello por carta, ya que era el medio más sencillo de establecer el contacto.