Sí, se trataba del bocazas del paisano que contó a Cesárea, a través de sus misivas de amor, la experiencia del Filetes en su vis-vis ; sí, el cabrón al que el Filetes desea destripar desde su regreso al módulo. Por su metedura de pata él y su chica habían dado con sus huesos en aislamiento.
Y precismente ayer saldó el tema con un par de bofetadas. El Filetes llevaba días buscando el momento de encontrárselo a solas a fin de arreglar las cuentas. Y de casualidad ayer entra al tigre del patio a echar una cañita, y mira por donde, el cabrito del paisano se encuentra con la bragueta abierta y echando una meadilla. Nada más verlo, el Filetes asomó su cabeza por la puerta y dio orden a dos de sus compis para que custodiaran la entrada al tigre:
-Que no pase ni Dios, y si se acercan los jichos, ya sabéis, dais el agua –vociferó, volvió dentro y tomó al paisano por los pelos, tirando de su cabellera hacia atrás.
-Mira, maricona, porque eso es lo que eres, una perra maricona, por bocas. Como vuelvas a contarle a tu piba o a cualquiera lo que yo digo, dejo de decir o hago, te meto un pincho por el culo y vas a cagar sangre hasta decir basta. ¿Te has enterao?
El paisano no mueve un músculo, paralizado como se encuentra por el Filetes, con sus manos adosadas a los azulejos de las pared y su verga soltando el último chorrillo de orina.
-Tranqui, tranqui, parcero, yo no quise joderlo. Solo le comenté a la Cesárea que usted era todo un macho por lo que le había hecho en el vis a Elisabeth María. Lo conté para que mi pelada se animara conmigo y…
-Ni macho ni hostias, maricón, ¿me has oído? A partir de hoy no te quiero ver cerca de este menda porque si me pispo, te va a caer la del pulpo. Y a ver si con esto aprendes –y con ello gira la cabeza del colombiano y le suelta dos guantadas derecha-izquierda que lo proyectan contra el suelo.