-Y tú, ¿qué quieres de mí? ¿Nos conocemos de otro talego o qué? –pregunta el Herminio entre desafiante y curioso.
Anselmo se lo queda mirando, éste si retador. Tras unos breves instantes le dirige la palabra.
-No voy a joder al Pedro con una movida en su destino, pero te advierto que si vuelves a mirar a mi mujer, te juro por lo más sagrado que te corto el cuello. ¿Te has enteraó?
Herminio ahora si cambia su mirar por uno pendenciero. Cierra los puños, tensa el cuerpo, pero no se mueve del lugar.
-¿Pero tú quién cojones eres y quién coño es tu piba para que me vengas a amenazar?
-Pues soy el marido de la Vanesa, la que vino el otro día a hacer el vis-vis conmigo, la que me contó que la miraste chungo, la que me ha soltaó que comes mirando, y por la que yo con estas manos mato al más pintaó; ese soy yo. Así que ahora me cuentas como vamos a arreglar esta movida.
Herminio relaja el cuerpo, sus puños se abren lentamente y su cara ablanda el rictus mantenido.
-Mira, tron, ni tú ni nadie me amenaza ni me acojona, pero yo soy un hombre primero, y taleguero viejo después. Y yo no miro a la piba de nadie, así que dile a tu mujer, que tranqui, que yo tengo la mía para el vis y que no le piso a ningún colega la suya. Y tú date por servido, porque si te has mosqueado por esa movida, desmosqueate porque aquí no ha pasaó ná, chachi –y diciendo estas palabras y antes de que alguno de los ahí presentes pueda reaccionar, da media vuelta, abre la puerta y se pira a paso ligero.