Martes, 30 de agosto

Estamos a las puertas de que acabe este puto mes. Todos esperamos que comience septiembre y con ello, la actividad: la judicial, la de actividades varias, la de comunicaciones escritas, todas.

Hoy salimos al polideportivo. Aunque tengo dudas de mis sentimientos hacia Paula, la del 13, me decido a salir.

Desde su última carta donde lo único que le falto fue pedirme matrimonio, la he esquivado. Después ocurrió lo de Pati, y ya la olvidé totalmente. Y ahora… pues no sé. Por un lado me mola verla, a ver si me animo y paso algo del mal rollo de mi mujer, pero por otro me da canguelo de que me meta en un lio. Bueno, y qué cojones me importa liarme con ella si la mía se folla a mi abogado. Tengo la vía libre para hacer lo que me salga de los huevs; es como estar soltero.

Pero el verdadero problema está en mi chola. Solo de pensar en liarme con otra, sabiendo que Patricia está con ese, se me quitan las ganas de todo, de todo menos de llorar. Seguro que si la tuviera en casa, esperándome y fiel, la sudaca me pondría e intentaría follarla. Pero como ha sido ella la que me ha cambiado por otro, pues nada, estoy hecho polvo y no deseo otra cosa que vuelva junto a mí.

No obstante, hago el esfuerzo y salgo sin saber a ciencia cierta si el módulo de las niñas saldrá. Y sí, nos las encontramos zambulléndose cuando llegamos. La mayoría nos asomamos por la puerta, y ahí la veo, y ella a mí, imagino que pendiente de mi llegada. Me hace una señal para que la espere a la salida. Eso hago, autómata. Al rato sale.

-Qué pasó, no he sabido nada de usted en las últimas semanas. Se lo tragó la tierra o qué… –me pregunta al verme con tono de reproche.

-No…, es que… he tenido problemas con mi madre y… -no termino.

-¿Es qué se enfermó?, ¿ahorita ya está bien?

-Sí, sí, muy bien. Ya pasó el peligro –miento sin saber, cohibido. 

-Me tengo que ir. Escríbame y le respondo. Nos vemos la próxima semana, ¿ok? –se despide lanzándome un beso con sus gruesos morros y mirándome el paquete.