Lunes, 8 de agosto

No sé…, qué puta mierda de vida, ¡la odio!, sí, ¡odio la vida!, no quiero vivir…, apenas puedo pensar, escribir menos, ni ganas que tengo. 

Mi mujer..., o la que era mi mujer, o la que sigue siendo, yo que cojones sé, ya no sé nada…, bueno, Patricia, tal y como me comentó mi madre, vino a comunicar. A pesar de que de una comunicación por cristales se trataba, me puse mis mejores galas, como en la época de novios; estaba emocionado.

Ella estaba guapísima, no sé si más arreglada, pero la encontré fascinante; su cara resplandecía felicidad, pero eso, en lugar de alegrarme, me mosqueó.

Comenzamos con las típicas ñoñerías de cómo estás, y el niño, qué tal tu trabajo, yo me encuentro de puta madre, y sales mucho, y así..., hasta que comencé con la preguntadera de con quién andas, tienes a alguien, nunca estás en casa, te veo muy alegre, y seguro que te acuestas con…, y ahí se terminó lo que se daba. Se puso hecha una pantera.

Comenzó a levantar la voz, aunque con el jolgorio que había en los locutorios vecinos, el nivel de sus gritos no superaba al resto. Y respondió como tal: que si tú no tienes derecho, que eres un cabrón que nos dejaste tirados, que quien te manda meterte en negocios ilícitos, y que ella hacía lo que le salía del coño.

Y cuando le respondí furibundo, y exigí que me dijera la verdad y dejara de insultarme, ya no se contuvo y soltó, berreó:

-¡Pues sí, hijo de la gran puta, me estoy follando a tu abogado. Ese es mi rollo, a ver si te jodes y me dejas tranquila!

Los locutorios de lado y lado silenciarion sus hablares mientras todos nos miraban. Y yo me escurría, me deslizaba lentamente por el plástico de la silla hasta caer de culo al suelo, con la boca abierta, los ojos saltando de sus órbitas y mi corazón a punto del infarto.

Algo había intuido, pero cuando te lo sueltan a la cara...

Tardé en levantarme. Por fin me enderecé y, sin girarme, me escabullí de los locutorios.

Todo el finde he estado tirado en el catre y en el patio, sin comer, sin deseos de vivir. No quiero nada…, sí, deseo morir.

No sabréis más de mí por el momento…, nada de nada. ¡Qué os den a todos, a toda la humanidad; no os quiero!