Miércoles, 7 de septiembre

Cuando hoy repartimos el desayuno, nos pispamos que tan solo dos etarras recogen sus viandas. Barandilla y su compi de squash no aparecen. Los pipas del módulo comienzan a realizar su labor de rastreo porteril; para eso están. Además, no tienen nada mejor que hacer.

Al rato y cuando salimos a patiear nos enteramos, que a los dos pájaros en cuestión se los llevan hoy de cunda a la cárcel de Córdoba. Es una de las duras, pero el motivo principal es que los alejan aún más del norte, y eso, para ellos y sus familias, es el peor castigo. Creemos que ahora los tienen esperando en ingresos, pero que la cunda llegará en cualquier momento. Esto es lo que ocurre cuando te opones a las reglas del sistema: parte, aislamiento o cunda, y arreglaó, sin derecho a pataleo.

Anoche he dormido poco. La disyuntiva de si liarme con la Paula o quedarme como estoy, mustio, con una mujer que me la está pegando y pasa de mi culo, me tiene a dos velas. Hoy me levanto con un resacón de sueño que te cagas. Por fin me decido y salgo al poli, sí, decidido a ir a verla, pero indeciso en cuanto a lo que voy a contestar. Y la muy zorra me ha puesto el día de hoy como últimatum; todas son unas zorras.

Llegamos, pero en esta ocasión no oímos los gritos histeriquillos de las nenas. Tratamos de asomarnos a la piscina, pero el destino del polideportivo nos dice que nones, que se acabó lo que se daba, que ya no hay piscinita hasta el año que viene. Y yo, que me he dado apenas dos chapuzones este año…

Pero me quito un peso de encima. No está, con lo que gano unos días para pensarlo. Eso sí, me entristece no verla, ya que cuando admiro su cuerpo, su cara, y esos morros que se gasta, me enciende y me alegra el resto del día. Pero me he de decidir en estos días a escribirla, porque en caso contrario, le va a dar el sí al cabrito del colombiano y yo me quedará solo, sin la una ni la otra.