Miércoles, 19 de octubre

Estoy solo. Mola que te cagas, aunque el Edu se llevó su televisión, por lo que me quedo sin tele y nadie con quién garlar por la noche. Nos chapan a las ocho de la tarde, con lo que la noche y la madrugada se hacen larguísimas y en soledad. Así hasta las nueve de la morning en que nos sueltan como toros bravos a la arena del patio.

Aún recuerdo, como al mes de llegar y cuando después de la movida con el gitano, me llevaron al chopano y alguien se apiadó de mí. Esa primera noche en aislamiento, con una celda pelada que por no tener no contaba ni con silla, algún alma caritativa dio un par de golpes a la puerta e introdujo un peta por el resquicio de abajo, el peta y un encendedor. Siempre intuí que fue a iniciativa del Bach, el kie del módulo donde tuve la movida y con el que apenas he vuelto a tener contacto. Nunca le estaré suficientemente agradecido por ese detalle. Y parecerá un hecho sin importancia, pero cuando eres un novato y pasas unos días en completa soledad y sin ningún medio de entretenimiento, el que alguien se acuerde de ti y te aporte algo para tu distracción, no lo olvidas de manera tan fácil.

He llamado a mi madre para que me ingresen algo más de peculio para comprar un televisor por demandadero. Lo del demandadero tal y como me han informado es una tomadura de pelo. Por lo que me cuentan los chicos, especialmente los gallegos, es que en muchas prisiones, un familiar del director o de un alto cargo de la administración del centro es quién se hace cargo del demandadero, una suerte de supermercado al que los internos acceden por medio de una lista de productos con su precio incluido. El interno rellena una instancia con los productos que desea, le descuentan ese dinero del peculio y a la semana le entregan lo solicitado. Por supuesto, los precios bastante más inflados que los de cualquier hipermercado de la zona. La diferencia acaba en la buchaca del demandadero, como os podéis imaginar. Los televisores y equipos electrónicos han de ser adquiridos a través del demandadero; me da que alguien se lo lleva crudo.