Martes, 3 de enero

La cena del 24 y la comida del 25 no estuvieron nada mal. Y para más inri, los que llevamos el office nos pusimos hasta los güevos, repartiendo a todos sus raciones y a los compis un extra.

El 24 por la noche servimos unos langostinillos de entrada, y una merluza en salsa de segundo. Unos dulces –mazapán, turrón y chocolate-, y una birra sin alcohol. Pero cuando dimos por finalizada la cena, tós párriba, como cualquier otro día. 

Sin embargo, a algunos destinos nos dejaron las puertas abiertas hasta el recuento, por lo que nos fuimos al chabolo de Jesús y brindamos con una botellita de cava que le trajo algún jincho, previo pago de un dinero goloso. Nos pillamos una pedalera sana: entre la copa de cava, y la cerveza Sin -que siempre lleva algo de alcohol-, todos salimos del chabolo del Jesús con ojos pispiretos.

Después cada cual, y posterior al recuento, se fumó en la intimidad su porro, su aluminio o lo que tuviera a mano. 

Chaym y yo nos metimos un peta de lo más guay. Terminé con un colocón alcohólico-herbal importante, por lo que me levanté a la mañana siguiente perjudicado y con los ojos en la nuca.

La comida de navidad mantuvo el nivel de la cena de nochebuena. Un salpicón de mariscos –había que pescar las gambas con equipo de buceo- pasable abrió el apetito del personal, para después pasar a un cordero al horno, que bueno, se dejaba hincar el diente.

Al final la peña se fue satisfecha al sobre, de siesta, hasta la tarde, donde hubo problemas con el teléfono: un gitano y un marroquí se enzarzaron a hostias por la vez, y acabaron esa tarde en el chopano. El moro, mientras se lo llevaban del patio, nos gritó:

-Me vale mierda vuestra navidad. Yo bien en chopano, porque Alá conmigo. ¡¡¡Allahu Akbar!!! –terminó de berrear como un descosido.

Más de uno se cagó en su puta madre, pero ya se iba yendo.

El desaliento tomó al asalto el patio; unos salían cabizbajos del teléfono, otros se guarecían en las esquinas, en el tigre, moqueaban…