Martes, 31 de enero

No he dormido en toda la noche. La alegría de pensar en una futura libertad, de volver a crear un hogar, de mi hijo, mi mujer…

Lo primero que he hecho esta mañana ha sido llamar a Pati para contarle la buena nueva, exultante. No le ha sorprendido, es más, ha contestado con desidia, y eso ya me ha puesto de una mala leche que te cagas.

Le he soltado un par de bocinazos al aparato, cagándome en todo lo que se menea y he colgado. Después me he arrepentido.

Si no le cogió desprevenida, se debe a que el hijo de la gran puta de mi abogado sigue follándosela y se lo habrá soltado entre orgasmo y orgasmo.

-Ay, ay, me corrooooooo, tesoro, me corrooooo. Ufff… pues fíjate, mi amol, voy a conseguir la libertad bajo fianza del mierda de tu marido. Yo, porque el juez me lo ha prometido… ya sabes, somos amiguetes y yo… –y él cabrón colgándose la medallitas mientras la Pati se la chupa con admiración; me cagoooooo en toooooooo, me cagooooooo.

-Ay, mi amor, ay, eres el mejor. Aunque no me importaría que se quedase un tiempecito más dentro, no vaya a salir a darnos el coñazo. Quizás se escape a… yo que sé, a la Bahamas y nos deja tranquilos –contestaría ella mientras lo come a besos y a mamadas.

Me ha jodido la felicidad nocturna, los planes de futuro, la alegría matutina… me ha jodido todo, y mi imaginación calenturienta me traiciona. Si salgo, ya me imagino lo que me puedo esperar fuera. 

El resto del día permanezco cabizbajo, sirviendo las comidas con el automatismo propio de una maquinaría bien engrasada. Con el único que me suelto es con el kurdo. A pesar de ser un montañés, un rural, es un hombre en todo el contexto de la palabra; está ahí para cuando lo necesitas, no habla de más, y tiene la perspicacia e inteligencia natural propia de los seres sencillos, básicos.

Él me recomienda que me tranquilice, que me disculpe, y que cuando este fuera juegue mis cartas. Aquí no, estás jodido, me indica.