Miércoles, 11 de abril

Termino con la historia del kurdo Nejot Des. Como decía, entró en prisión como preventivo, pero qué preventivo. El parné le llegaba por muchos conductos, pilló el destino del economato de su módulo, y hacía y deshacía a su antojo con los turcos del centro. Trapicheaba a través del economato, prestaba dinero y vendía favores, pero eso sí, él nunca tocaba nada.

Así estuvo un par de años, hasta que consiguió la libertad bajo fianza después de tres de preventivo y ante la falta de pruebas con las que contaba el juez instructor: los chivateos de sus compatriotas no eran suficiente prueba para armar el rompecabezas de un caso, y cualquier abogado avezado desmantelaría tamaño juego de naipes.

Se mantuvo unos cuantos años en la rue, hasta que en otra operación antidroga, y de nuevo llevada a cabo por el mismo inspector y equipo de la vez anterior, le pillaron con los ochenta kilos de heroína antes mencionados y pasta para aburrir. Y de esta segunda entrada ha arribado hace meses a este predio. 

Cuando bajo de la siesta para salir, me comunican que tengo telegrama. Es de mi abogado; me tenso. Lo abro y leo.

“Libertad bajo fianza aprobada por el juez, stop. 30.000€, stop. No es recomendable pagarlos de inmediato, stop. Levantaría sospechas procedencia dinero, stop. Esperaremos una semana, stop. Enhorabuena, stop. Abrazo, stop. Javier".

Doy un brinco, y un, ¡Sí!, berreado, y salgo a continuación del módulo sin decir nada a nadie.

Por el camino al sociocultural voy elucubrando planes para mi nuevo futuro en libertad. Nervioso pienso en mi hijo, en mi mujer, en mi labor por recuperar ese hogar desmembrado, pero también en el hijo de puta del abogado que para esto si envía un telegrama, en que tengo que seguir preparando el juicio junto a él, en cómo me enfrentaré a él, en volver a salir adelante, en… en… en todo, me acojono.