Submitted by jorge on Wed, 09/03/2011 - 07:10
Miércoles, 9 de marzo
Doy vueltas en la celda. Me estoy comiendo el tarro de mala manera. Escucho voces en las de al lado. Uno que pide un truja, otro que habla de un compi, pero a nadie se le ve la jeta, solo se les oye. Se que es de día por la hora que me da mi peluco.
Empiezo a pensar en mi hijo, en mi mujer y en mi madre. Joder, joder, joder, ¿cómo me he podido dejar pillar? No lo entiendo; lo tenía organizado de a buten. Las lágrimas vuelven a aflorar de mis ojos; ruedan por las mejillas. Espero que nadie se pispe; pensarán que soy una maricona…, pero estoy tan jodido.
Lo tenía todo, un trabajo, una familia, una mujer, un hijo… Trabajo de relaciones públicas en varias discotecas y garitos de Madrid desde que terminé la carrera, de eso ya hace unos seis años. Gano una pasta gansa, ya que llevo las relaciones de dos discos y un garito de lujo. El curro es de jueves a domingo, eso si, durante toda la noche, y el resto de semana, me dedico a la buena vida, a comer con los amigotes…, y a enrollarme con la peña que después llevo en masa a los locales donde curro. Ese es mi trabajo oficial.
Pero la buena vida es costosa, y no hay presupuesto que la aguante. Además, los amigos y la gente de la noche son muy dados al consumo de lo que te cuen, por lo que me vi obligado a suministrarles mercancía. Primero lo hice como un servicio más para contentarlos: yo les conseguía unos gramos y unas posturas como un favor y a coste. Pero con el paso del tiempo y el aumento del volumen de solicitudes, tuve a adquirir cantidades de droga cada vez mayores. Comencé a cortarla, a reenvasarla y a ganar pasta por un tubo, por lo que mi nivel de vida aumentó, pero también mis problemas.
Durante los primeros años disfruté de libertad de maniobra, pero con el tiempo sentí a la pasma acercarse, pisarme los talones. Pensé que los esquivaría, pero un chivato colombiano los colocó sobre la pista de Héctor y por ende, de mí. Y así me pillaron.